UN COLEGIO EN LAS AFUERAS
De repente, un estridente sonido provocado por la oxidada puerta metálica nos asustó a todas. Nos habían contado muchas leyendas sobre ese colegio abandonado. Nadie sabía qué había pasado y por qué estaba así. Al entrar, el suelo no parecía muy seguro, lo cual tenia sentido ya que llevaba más de cincuenta años abandonado.
Cuando pisamos la primera baldosa...
Bueno, comenzaré contando cómo llegamos a tomar la peor
decisión de nuestras vidas.
Estábamos en
clase de Lengua, justamente cuatro minutos antes de salir al recreo, cuando sonó
el timbre. Todos nos apresuramos hacia el patio. Mi grupo de amigas y yo
estábamos hablando como de costumbre. A Emma, mi mejor amiga, le gustan
las historias paranormales (fantasmas, casas abandonadas...)
Hubo un silencio
entre nosotras. De repente, Emma dijo:
- ¿Qué os parece
si quedamos este finde en el instituto ese viejo y abandonado? El que está a las
afueras.
Todas nos
quedamos mirándola, ninguna le respondimos y siguió el curso del día. Pasaron los
minutos, las horas, los días y todavía
teníamos esa pregunta en la cabeza. Todas las leyendas y los mitos sobre ese
lugar rondaban por nuestras mentas. Finalmente dijimos que sí a la propuesta de
Emma: ¿qué podría salir mal en un colegio que fue abandonado hace más de
cincuenta años?
Al fin llegó el
día que tanto esperábamos. Por mi mente cruzaban dos emociones: miedo e
ilusión; pero la ilusión ganaba.
Daba la
curiosidad de que ese mismo día era viernes 13. ¿Qué curioso no? Como decía al
principio, cuando pisamos la primera baldosa, todo se movió y algo cayó del
techo. Era una bolsa llena de piedras. Decidimos irnos lo más rápido posible de
aquella tenebrosa entradita.
Un poco más adelante encontramos una puerta llena de polvo. Al entrar se podía observar una clase no muy grande con 18 pupitres. En ese momento nos dimos cuenta de que en la pizarra estaba escrita la palabra "hola". Seguidamente escuchamos una puerta cerrarse como si hubiera alguien en el colegio. Salimos de la habitación y nos dispusimos a subir por las escaleras, que crujían al pisarlas. La barandilla llena de polvo y los cuadros que había colgados nos estremecían por dentro. De repente sonó un ruido muy fuerte, todas nos asustamos por ese ruido, que venia de una sombra reflejada en la pared, justo como había escuchado en una de las leyendas que me contaba mi abuelo.
Rápidamente subimos las escaleras para
ver de dónde venía el portazo que escuchamos anteriormente. Entramos en la
primera clase. Creíamos que, como había sonado tan cerca, alguien podría estar
allí. Y, efectivamente, al entrar vimos como una sombra escribía de nuevo en la
pizarra. Al vernos, una ráfaga de viento entró por la ventana. Estábamos demasiado
asustadas así que decidimos irnos cuanto antes. Salimos corriendo de esa misteriosa
clase, bajamos apresuradamente por las escaleras y abrimos la puerta oxidada.
Todas volvimos a
nuestras casas y no nos atrevimos a contarle a nadie donde fuimos y qué pasó.
Todo esto queda entre nosotras y aquel tenebroso colegio de las afueras.
Nazaret M.
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