MULTIVERSOS
Desde que era un crío me habían educado para
solo pensar en mí mismo, sin importar las consecuencias que pudieran causar mis
palabras o actos sobre las demás personas.
Hasta que un día... en fin, un giro del
destino hizo que cambiara mi parecer y acabé siendo un enemigo de la asquerosa
sociedad en la que vivo.
Todo comienza un 20 de noviembre de un año
que no recuerdo con exactitud. Por ese entonces me llamaba Edward Winston, era
un egocéntrico e hipócrita adolescente al que lo que más le importaba era que
su madre le comprara ese móvil que tanto ansiaba. Iba hacia el descampado de mi
pueblo a sentarme y pensar un rato, hasta que me crucé con una guapa chica de
ojos castaños y dulce apariencia que me dijo:
- se te han desatado los cordones, trae que te los ato...
Me quedé sorprendido, le dejé atármelos e
incluso le di las gracias, algo no muy común en mi viejo yo. Le pregunté: ¿tus
padres no te educaron como a los otros chicos? En fin, te has preocupado por
mí...
- A mí me han enseñado que nunca está de más tener empatía, no sólo
ellos piensan eso, verás...
Ella me cogió fuerte de la mano y me dijo:
- Tienes que verlo por ti mismo.
- Pe- pero... ¿De qué diantres hablas?
- En fin, unos nos llaman antisistema, otros negacionistas. Yo creo
que solo intentamos cambiar esta sociedad que no trae ningún bien a nadie, solo
al que se le ocurrió que todos y todas nos educáramos así, porque como me
dicen mis padres: quien crea la ley, crea la trampa.
Cuando intentaba procesar lo que estaba
pasando, me tiró del brazo y me llevó corriendo hacia una carpa negra en las
afueras. Se veía que en su interior había alguien, estaba iluminada desde
dentro. Cuanto más me acercaba, más grande me resultaba. Hasta el punto de
encontrarme junto a esa chica misteriosa frente a las cortinas que cerraban la
carpa. Ella, pasó por debajo una piedra del tamaño de una moneda; acto seguido,
una mujer abrió la caseta.
En su interior se podía ver algo parecido a
un portal, era como un inmenso agujero negro pero sin ser negro... difícil de
describir. La chica se llamaba Edna, me contó la historia de sus ideales y del
misterioso portal.
Resulta que esa famosa teoría de los
universos alternativos era cierta, los ancestros de ella eran de un mundo
paralelo al nuestro en el cual la gente tenía el sentido de la empatía y la
humildad. Su familia llevaba siglos escondiéndose de los gobernadores porque,
bueno, en el año 1895 los capturaron y sólo revivieron tres personas, las
cuales encontraron un portal abierto, el último contacto con el otro universo
que seguía vigente. Ese era el portal que estaba ante mis ojos, cegándome y
fascinándome mientras Edna me contaba su historia.
Años más tarde, mi familia ya no se
preocupaba en buscarme, de hecho mi madre salió el día de después de que no
durmiera en casa. Ahora les doy igual, creo que nunca me quisieron de verdad,
pero me encontraba mejor. Me cambié el nombre a Stephan, a secas, sin apellido.
Así formaríamos todos y todas una misma familia. Ya no era el mismo, pero
habíamos conseguido abrir otro portal y enviar al otro universo a varios
exploradores, aunque... eso es otra historia.
Silvia O.
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