JUNTO A ROSARIO (UN CUENTO DE NAVIDAD)

Un año más llegó la Navidad y, como de costumbre, Alfonso se disponía a poner el belén y el árbol navideño con su familia, pero este año había algo diferente. Faltaba Rosario, la abuela del niño, una mujer de armas tomar. Era ruda, testaruda pero también muy creyente, de las que frecuentaban cada domingo la primera banqueta de la iglesia, aquella que en cada festejo o fecha señalada como la Navidad brindaba su tiempo, bienes y carisma a los que más lo necesitaban. Ella no estaba este año y supuso un antes y un después en la familia sobre todo al llegar estas fechas. Todos los años, Alfonso, mamá, papá y la abuela solían adornar la casa el día de la Inmaculada para la llegada del niño Jesús. Gracias a la anciana, Alfonso el peque de la familia de tan solo quince años, al fallecer esta, sentía la responsabilidad de sustituir a su abuela en sus hazañas, tal y como ella le había enseñado. Su familia decía que, al no estar Rosarito, como la llamaban cariñosamente, no se seguiría dando limosna, ni comida a los necesitados y que tampoco se iría más a misa.

Alfonso no estaba de acuerdo en eso ya que pensaba que como mejor recordaría a su abuela sería haciendo lo que a ella más le gustaba, por eso decidió ir a la parroquia de su barrio, allí habló con el cura, Domingo. Este le puso en situación, quería hacer la labor que año tras año había hecho pero con la única diferencia de que este año no haría su abuela. El niño, el 22 de diciembre junto con Domingo fue a darle compañía a un anciano que había sido desahuciado hacía poco y el cual no tenía nada. Le dijo que por Navidad comería con su familia y que lo ayudaría; tras él fue a una casa antigua, la cual tenía paredes porque tenía que tenerlas si no, no las tendrían. La familia que habitaba en ella estaba compuesta por el padre, la madre y ocho hijos, cuatro de ellos enfermos, pero a cuál de ellos más felices. La pequeña, llamada María, sufría una parálisis cerebral, cada vez tenía más impedimentos para moverse; ya que al no tener dinero, no podían permitirse comprarle a la pequeña una silla adaptada para ella, pero aún así sonreía mucho. Alfonso pensó que el espíritu de la Navidad y el de su abuela estaban allí presentes. El día 23 de diciembre el pequeño, decidido, habló con sus padres y les dijo que esta Navidad no iba a faltar la abuela, su espíritu iba a permanecer presente y también el de Dios. Llegó el día de Nochebuena y todos juntos se disponían a cenar. Cuando la madre de María, que estaba en estado, rompió aguas y se puso de parto, al cabo de las horas nació un bebé precioso. Ella le dijo a Alfonso que le tocaba decidir a él el nombre, ya que gracias a su bondad su hijo había nacido bajo un techo que, además de paredes, tenía mantas y comida para mantener a su hijo con vida.

Este, emocionado, sintió la llamada de su abuela, le puso por nombre Jesús, ya que había nacido el mismo día que el mesías esperado. Todos pasaron la noche en casa de Alfonso y al día siguiente Joaquín, su padre, los reunió en la sala de estar y les confesó que no se sentía tan feliz desde hacía mucho tiempo. Esa noche había sentido de verdad como su madre estaba allí con él y que deseaba que los allí presentes permanecieran todo el tiempo posible en su casa, al final si serían unas navidades más, junto a Rosario.


L.C.


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