UN VIAJE A GRECIA

Estaba en mi cuarto cuando mis padres, que estaban en el salón, empezaron a llamarnos a voces. Mi hermana estaba en su cuarto y salió corriendo escaleras abajo. Nos encontrábamos toda la familia reunida en el salón; nuestros padres nos dieron la maravillosa noticia: ¡Nos íbamos a  las islas griegas  en una semana! Mi hermana no quería viajar porque prefería quedarse con sus amigos pero al final conseguí convencerla.

Pasada la semana salimos de casa rumbo a Grecia, concretamente a Atenas. Cuando el avión despegó, tenía la sensación de que algo iba a salir mal. Y así fue. Todo se empezó a mover; nosotras estábamos muy nerviosas pero mis padres bastantes tranquilos. Nos explicaron que se llamaban turbulencias y que eran muy comunes en el aire. Al llegar al aeropuerto de Atenas tuvimos que pasar por un control de seguridad.

Estuvimos un buen rato buscando el apartamento que habíamos reservado a través de una página de Internet y finalmente lo encontramos. Por fuera parecía un apartamento muy viejo pero al entrar nos dejó a todos impresionados. Era todo lo contrario a lo que se podía percibir desde fuera: muy grande y espacioso; el techo era muy alto; tenía tres cuartos de baño; un salón muy grande; cuatro dormitorios y una cocina pequeña.

El primer día, al llegar, estuvimos colocando toda la ropa y sacando todo de las maletas. Cuando terminamos decidimos planear lo que íbamos a hacer y a donde iríamos. Al terminar era ya tarde, mi hermana y yo fuimos al dormitorio mientras que mis padres veían la televisión en el salón.

Nos despertamos temprano porque queríamos hacer muchas cosas. Fuimos a ver los monumentos más famosos de allí. A la hora de comer nos sentamos en la terraza a un restaurante italiano, pedimos unas pizzas y cuando terminamos nos fuimos a hacer lo que llevaba queriendo hacer desde que supimos que viajaríamos: visitar Santorini. Había escuchado un montón de historias sobre Santorini, tanto románticas como de misterio.

Cogimos un barco que nos llevó hacia allí. El viaje no se me hizo muy largo que digamos. Llegamos a un puerto muy pequeño pero era muy elegante. Nos bajamos y allí comenzó nuestra verdadera aventura.

Nos dispusimos a visitar la ciudad. No sabíamos dónde ir. Nuestras barrigas rugían, teníamos demasiada hambre. Finalmente decidimos ir a un restaurante que no estaba muy lejos de allí. En el bar servían comida de todas las ciudades griegas y de las islas: Santorini, Atenas, Mykonos, Creta y muchas más. La comida me sorprendió por completo; no pensaba que fuera a estar tan buena. De repente, mientras comíamos, todo el mundo empezó a correr de un lado para el otro. El agua empezó a hacer cosas que no había visto nunca y el suelo a moverse. Recordé que anteriormente (hacía más o menos 15 minutos) había sentido otra vez lo que sentí en el avión, esa sensación extraña pero esta vez parecía de verdad. Todo el mundo estaba gritando una palabra que no había escuchado nunca. Gritaban "caldera". Mis padres rápidamente me explicaron lo que estaba pasando  y esta vez sí que parecían bastante preocupados. Resulta que era un volcán que estaba dormido desde 1950 y que acababa de erupcionar. De repente, una de ola de lava se acercaba a un ritmo más bien lento. Cuando la lava estuvo a varios metros de nosotros....

Una voz me llamó, me levanté y dejé el libro sobre la cama. Bajé las escaleras y le expliqué a mis padres que, por favor, me dejaran terminar ese libro que tanto me estaba gustando.

Nazaret



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